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La recia llegada de Vargas Llosa a Guatemala.

  • Foto del escritor: Tú voz en la web
    Tú voz en la web
  • 4 dic 2019
  • 3 Min. de lectura

Dos octogenarios con bastón se ven por primera vez a la salida del teatro Miguel Ángel Asturias tras la presentación. El primero, Mario Vargas Llosa, acaba de publicar Tiempos Recios, sobre la caída del presidente Jacobo Árbenz en 1954. Y el segundo es el hijo del presidente de Guatemala derrocado por la CIA. Uno llegó al país centroamericano para presentar la novela y el otro regresó desde el exilio, al que se fue siendo un adolescente de la mano de su padre, para agradecer que el premio Nobel pusiera los ojos en él y dedicara 354 páginas a contar que fue un hombre bueno. Que intentó hacer de Guatemala un país distinto.


El cansancio, tras un largo viaje desde Guadalajara (México) a Ciudad de Guatemala, no impidió que los dos se emocionaran recordando al coronel de Quetzaltenango que llegó al poder tras unas elecciones libres y limpias y desafió a la United Fruit Company, pero que terminó exiliado y humillado tanto por los gringos como por Fidel Castro.


Consciente del histórico momento el ministro de Cultura de Guatemala, hacía lo imposible por colarse entre esos dos hombres que disfrutaban escuchándose. Fue el epílogo a un intenso día.


¿Es jugar en casa que Mario Vargas Llosa presente en Guatemala Tiempos Recios, su última novela? Si el libro hunde sus raíces y cuestiona el modelo político y económico actual del país, la pregunta es, al menos, controvertida. Y, a lo más, una provocación.


Una extraña atmósfera sobrevolaba Guatemala con la llegada del autor. Si para Balzac los libros históricos son la vida privada de las naciones, Centroamérica, una de las regiones más violentas y desiguales del mundo, recibió una sacudida para hablar del pasado que no fue.

Vargas Llosa se propuso este martes reivindicar como "un acto de justicia" al expresidente Árbenz. Tres meses después del lanzamiento mundial de Tiempos Recios, sobre el golpe de Estado contra el coronel al que acusaron de comunista y el asesinato de su sucesor, Carlos Castillo Armas, el escritor dijo sentirse "muy identificado con este bellísimo y trágico país", donde surge esta historia que da la vuelta al mundo, 65 años más tarde.


a esquizofrenia encontró cierta mesura entre quienes sienten que, por fin, aflora una etapa- la Guerra Fría- y un personaje - Árbenz- tan silenciado y deformada al interior de Guatemala como seguido desde el exterior y que enamoró incluso a Ernesto Che Guevara, que pasó varios meses en Guatemala intentando conocer el rumbo que tomaba la reforma agraria de Árbenz. “Por aquel entonces los estudiantes de la Universidad San Marcos, donde estudiaba, devorábamos lo que sucedía en Guatemala y los intentos democratizadores de Árbenz", reconoció el escritor ante un abarrotado Centro Cultural Miguel Ángel Asturias de la capital, donde casi 2.000 personas escuchaban en medio de un hipnótico silencio.


Que las heridas en el país centroamericano siguen abiertas lo confirma el repudio de la propia universidad Francisco Marroquín, a quien Vargas Llosa dedicó parte de sus agradecimientos. La Marro, como es conocido uno de los templos liberales en América Latina y en cuya biblioteca pasó el Nobel muchas horas preparando Tiempos recios, se negó a albergar la presentación del libro argumentando que la figura del coronel Árbenz es todavía controvertida en el país. 354 páginas no fueron suficientes para convencer a los formadores de los cachorros de la élite económica y empresarial de Centroamérica de que el coronel de origen suizo no era un comunista que quería quitarle la tierra a los ricos.


Su delito, sostiene Vargas Llosa, fue intentar imitar una democracia como la de Estados Unidos aprovechando el enorme caudal de votos que logró en unas elecciones libres. Un masivo respaldo por el que hoy mataría cualquier presidente de Guatemala, por ejemplo Alejandro Giammattei, quien tomará posesión en enero, tras ganar unas elecciones en agosto en las que votó el 42% de la población.


Entre otros agravios que ofenden a la élite centroamericana en los cuatro años que estuvo en el poder Jacobo Árbenz está la eliminación del trabajo forzoso que castigaba al campesinado indígena. También incorporó los derechos laborales a la Constitución y firmó su sentencia cuando en 1952 puso en marcha una reforma agraria que permitía la expropiación de fincas no cultivadas. Una medida que no gustó a la United Fruit Company, propietaria de las áreas más productivas del país y uno de cuyos accionistas era John Foster Dullles, secretario de Estado de Dwight D. Eisenhower y hermano del director de la CIA Allen Dulles.




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