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La presidencia de la UE propone otro tijeretazo a los fondos estructurales.

  • Foto del escritor: Tú voz en la web
    Tú voz en la web
  • 3 dic 2019
  • 3 Min. de lectura

La nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, parece condenada a gestionar el próximo lustro con una de las partidas presupuestarias más austeras en la historia reciente de la UE. La presidencia semestral de la UE ha propuesto este lunes un marco presupuestario para 2021-2027 que recorta sensiblemente la propuesta inicial presentada por el anterior presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker.

El tijeretazo asciende a 50.000 millones de euros y más de un tercio de ese recorte se haría a costa de los fondos estructurales. Las cifras presentadas por Finlandia, país que ocupa la presidencia del Consejo de la UE, serán la base del regateo final, que se iniciará en la cumbre europea de la próxima semana y que se espera concluir con una cumbre extraordinaria en el mes de febrero.

La batalla final enfrentará a los países receptores de fondos de cohesión y agrícolas (España y Francia, entre ellos) con los contribuyentes netos (con Alemania y Holanda a la cabeza). Pero sea cual sea el resultado, todas las fuentes auguran unos presupuestos menguantes en relación con el período actual (2014-2020).

La propuesta presentada este lunes fija en 1,08 billones de euros los compromisos presupuestarios para el próximo septenio, una cifra equivalente al 1,07% de la Renta Nacional Bruta (RNB) de la UE. La Comisión anterior había planteado el 1,11%, cantidad que ya suponía una rebaja sobre el presupuesto actual (1,16%) de los 27 socios de la UE, descontando la participación del Reino Unido.

Los contribuyentes netos aspiran a que los fondos caigan hasta el 1%, cifra que tanto para la Comisión como para el Parlamento Europeo resulta inaceptable dada la necesidad de financiar nuevas políticas comunitarias (como defensa o migración). Finlandia, de momento, lleva el regateo a una cifra intermedia. Y por primera vez, el documento del Consejo Europeo detalla ya el reparto de las partidas y revela el alcance de los tijeretazos en cada una de ellas.

Los fondos estructurales, destinados en gran parte a facilitar la convergencia de las regiones menos desarrolladas, caen hasta los 374.000 millones de euros, lejos de los 392.000 millones propuestos inicialmente por la Comisión.


La partida de agricultura y medioambiente, en lo que parece un guiño a Francia, mejora ligeramente. Y pasaría de los 336.000 millones propuestos en mayo del año pasado a 346.000 millones. Aun así, los subsidios agrícolas podrían caer un 13% en relación con los presupuestos actuales.

El documento de la presidencia será trasladado este miércoles a la reunión de representantes permanentes de los Estados miembros ante la UE, el llamado Coreper. Y la próxima semana será debatido por los ministros de Asuntos Exteriores, poco antes de que las cifras lleguen a los líderes europeos, que se reúnen en Bruselas el 12 y 13 de diciembre.


La última cumbre europea del año, la primera liderada por el nuevo presidente del Consejo, Charles Michel, se anuncia muy caldeada. Además de la previsible bronca presupuestaria, los 27 socios de la UE (más el Reino Unido, todavía miembro) intentarán pactar el polémico objetivo de lograr la neutralidad de CO2 en 2050 y, sobre todo, los objetivos intermedios que incomodan a países con grandes industrias, como Alemania.


Fuentes diplomáticas consideran que, a pesar de que se trata de dos temas muy espinosos, los 27 podrían pactar el objetivo de CO2 para 2050 y sentar las primeras bases para un acuerdo sobre los próximos presupuestos.


El pacto presupuestario se anuncia como el más complicado, porque hay varios frentes abiertos más allá del evidente de los países de la cohesión contra los del norte. Alemania y Francia también están enfrentadas por el cheque de descuento en la aportación del que disfrutan ahora Berlín y otras capitales.


La Comisión Europea propone abolir esos privilegios (inicialmente ligados al llamado cheque británico), una idea secundada por Francia, España y los países del Este. Pero el Gobierno de Angela Merkel ha convertido su mantenimiento en una línea roja que piensa utilizar como pieza de presión en el desenlace de la batalla.



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